Renato González
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El entrecruce múltiple de experiencia lúdica y sátira

Renato González es uno de los pintores mexicanos más destacados cuya obra artística cuenta con una gran cantidad de premios y reconocimientos. En el curso de las últimas tres décadas su obra se ha expuesto en Francia, EU, Holanda, Bélgica, Argentina, Costa Rica y México. En el extranjero ha estado en lugares como el Centro de Cultura de París, la Galería Geiger de Amsterdam, el Providencial Museum Loor Moderne Kusnst de Ostende, el Museo de Arte Moderno de Chicago, la Galería Charlston de Houston o el Museo de Arte Latinoamericano de California, entre otros. En nuestro país ha sido presentada en lugares tan importantes como el Museo del Palacio de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno, el Museo Rufino Tamayo o el Museo Carrillo Gil.

Desde joven, su trabajo estético ha recibido importantes elogios. Como el formulado por el maestro Roger Von Gunten que, en 1987, explícitamente formuló: “su obra es una de las más sobresalientes y portentosas de todas las generaciones”.

Su creación artística ha sido vinculada a los lienzos de Cezzane, Manet, Kandinsky y Klee. Por su modo de plasmar superficies de color con pinceladas que juegan con las luces y por su forma de resumir la figura y la composición ha sido asociada con Cezzane; por su intento de proyectar el momento de la luz más allá de las formas que subyacen bajo él ha sido relacionada con Manet; por asumir el arte como el lenguaje que habla de la esencia oculta tras la apariencia del mundo ha sido vinculada con Kandinsky; pero la clave que abre el acceso a la mirada estética de Renato González se conecta ante todo con el proyecto estético de Paul Klee.

Klee creó una obra pictórica dotada de una nueva fuerza expresiva. Los elementos de la naturaleza que ahí figuran, como árboles, flores, peces y lunas, están tomados del mundo concreto pero su representación no es mimética. Lejos de eso, liberado del compromiso de hacer del mundo un doble al modo de una fría copia, introduce la naturaleza y los seres de la realidad efectiva en una nueva dimensión constituida como una radical experiencia lúdica. El juego en su mirada consiste justo en la forma de ejercer la autonomía estética rompiendo con una realidad punzante a la que le enfrenta la fantasía y la frescura infantil como fuente de inspiración de una realidad alternativa. De ahí la célebre formulación de Klee: “el humor debe ayudar a vencerlo todo”. Aquí esta contenido el profundo sentido estético-político del proyecto pictórico de Klee: convertirse en el primer artista que seriamente hizo de los dibujos espontáneos de los niños motivo de creación pictórica respondió al intento de encarar la experiencia del dolor multiforme de la época moderna con la experiencia lúdica. El juego es vivido estéticamente como una experiencia liberadora. Como una trascendencia de los límites establecidos que hace posible ingresar a un universo en el que la creatividad humana rompe las riendas. Es como decir que la experiencia lúdica en el universo de Klee es sinónimo de una experiencia por la utopía.

Quizás Renato González sea el pintor mexicano en el que más se nota esta influencia. Sin embargo, en su obra la originalidad temática consiste, ante todo, en el peculiar entrecruce múltiple de dos caminos: a diferencia de Klee, la experiencia lúdica no esta proyectada en una fantasía utópica, más bien, responde a la crítica que adquiere su forma expresiva como sátira o ironía.

Para él, el tiempo presente constituye una realidad en ruinas donde es inocultable una profunda devastación axiológica. La relación con la naturaleza, con el cuerpo, con los otros y con la paz está devastada. La modernidad es vista como devastación. Pero, en profundo contraste con el nihilismo de la perspectiva postmoderna, “lo alienta aún –como certeramente dice Luis Carlos Emerich– la esperanza de encontrarle el orden perdido al garabato primigenio”, “conserva un espíritu lúdico infantil para afrontar la pre- cariedad de la vida haciendo pinturas que prescinden de lujos para vivir de lo esencial”. Por eso, “confía en que el dibujo rudimentario y la mancha espontánea aún poseen los poderes invocatorios a que se aferraron los pintores de las cavernas y, milenios después, Paul Klee”.

Teresa del Conde alude a la experiencia lúdica en la obra estética de Renato González en estos términos: “Los cuadros de Renato son finos y cuidados. Es un pintor que pinta dibujando, pero que no descuida el efecto pictórico que crea en la tela algo así como una atmósfera graduada”.

El entrecruce de experiencia lúdica y sátira tiene su expresión simbólica más representativa en la figura del mono tan recurrida en la pintura de Renato González. El mono representa la figura irónica, sarcástica, con la que se juega a revelar la contradicción profunda de una época como la contemporánea que, pese a la evolución de la técnica y de la evolución económica, se cede paso a la involución histórica regresiva. En la pintura que ilustra nuestra portada, La ballena, puede percibirse su sentido porque revela la involución que adquiere formas extremas en guerras como la de Irak. Juego y sátira se entrecruzan para hacer que la afirmación de la vida en Renato González, entonces, se exprese a través de la denuncia de la muerte y la tragedia.

La figura gráfico-pictórica del mono contiene signi- ficados diversos. Además de simbolizar la involución, representa la tierra, la naturaleza. En este sentido, para Renato González el mono “es el animal más cercano al hombre y la vez el más lejano”. Por eso señala que “a veces parece que estamos menos evolucionados que el mismo mono”.

Consecuentemente, junto a la necesidad contemporánea de reencuentro del ser humano con su propia humanidad, en la obra de Renato González se impulsa el reencuentro con la naturaleza. Asume que la depredación del medio ambiente constituye otra forma de involución. Su concepción estética de la naturaleza como una poderosa fuerza lo lleva a sostener que no puede más que ser emulada en sus paisajes. Ahí es donde aparecen mayormente las influencias de Cezzane y de Manet en su obra.

Puede decirse que, en su forma, el proyecto plástico de Renato González combina la iconografía neolítica primitiva y el graffiti moderno con la pintura gráfica de Klee. En su contenido, su proyecto estético parte del rechazo a la modernidad como devastación llevando a que su crítica, afín al romanticismo, anhele un reencuentro profundo con la naturaleza y la humanidad del hombre.

Desde este mirador su trabajo ha estado irrenunciablemente del lado de la autonomía estética. Contraponiéndose a la mercantificación universal de nuestra era que ha impactado al arte moderno tendiendo a vaciarlo de su contenido utópico y humanista o que, para decirlo en términos de Benjamín, ha generado su “desauratización”, Renato González firmemente declara: “Hay quien pinta lo que vende y quien vende lo que pinta. Yo me coloco entre los segundos”.


Luis Arizmendi
Director de Mundo Siglo XXI